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LOS VIAJES DE EQUÉN

“EL  CISNE  DE  CUELLO  NEGRO”

 

Con los primeros rayos de luz Equén comenzó a buscar al Maitén, porque había recordado que en un cuento su abuela había mencionado ese árbol. Le había dicho que representaba la vida y la verdad, y que siempre se encontraba cerca del agua.

¡El Maitén le señalaría el camino para llegar al cisne de cuello Negro!

Comenzó a sentir unos deliciosos aromas que salían de los frutos del bosque y bajó con su globo para probarlos. Se quedó maravillado por unos momentos entre las pequeñas y dulces frutillas silvestres, pero sin olvidarse de su objetivo continuó su marcha.

Antes de llegar al agua lo esperaba una apetitosa planta de Mora como postre, se detuvo nuevamente pero solamente a juntar algunas para el camino, bueno al menos esa era la excusa pero en realidad Equén comía mas de lo que juntaba, ¡Su bolsa parecía no llenarse nunca! tan entretenido estaba que se asustó cuando sintió sus pies mojados, ya estaba en la orilla del Lago Aluminé, o mas bien dentro de él.

En el otro extremo del lago estaban flotando en el agua, como en un sueño, envueltos en el delicioso aroma que exhalaba un árbol de Canelo, dos cisnes enamorados bajo una hermosa flor de notro que colgaba sobre ellos, como si fuera una sombrilla roja cobijándolos delos cálidos rayos del sol de primavera.

¡Equén estaba feliz por fin tendría la respuesta! fue a los saltos haciendo equilibrio sobre las rocas que sobresalían del agua para llegar hasta los cisnes, asustando en su camino a las garzas y a los patos que se encontraban por allí, que salieron aleteando y chapoteando sorprendidos. Cuando estaba a solo dos metros de ellos se detuvo, respiro hondo y con mucho respeto disculpándose por la interrupción le pregunto al Cisne de Cuello Negro, si alguna vez había descubierto un gran tesoro tan brillante como el sol.

El Cisne le respondió que su tesoro estaba junto a él y que desde que la había encontrado viajaban juntos muy felices. Y agregando con mucha serenidad le dijo:”Hay un tesoro para cada ser, debes mirar más allá para poder ver”. Estas palabras le recordaron al Cóndor y pensó ¡Deben ser cosas de aves! ¡Yo viajo en un globo y no he visto nada!

Equén volvió hacia la orilla muy triste, se recostó sobre las hierbas y apoyando los codos en el suelo, sosteniendo su cabeza con ambas manos miró su cara reflejada en el agua. De pronto sus ojos se convirtieron en una gran mancha alargada; pero no era su tristeza sino un gran pez que se acercó para beber las dos gotas de agua salada que habían caído.

La enorme y vieja Trucha le dijo:

-Yo se que no todos pueden alcanzar su tesoro pero no por eso dejan de buscarlo y si no ¡Ahí lo tenés al porfiado del sapo! Todas las noches se sube a esa roca y le canta a la luna. A veces cree que ella le sonríe y salta para darle un beso, ¡Pero solo se da un fuerte panzazo en el agua!

Equén no encontraba la respuesta adecuada a su pregunta o bien no hacia la pregunta correcta para obtener la respuesta que buscaba. Ya le había consultado a todos los seres que vivían por allí y nadie sabía nada, ni por debajo de la tierra  ni sobre ella, ni en el aire ni en el agua.

Ya no sabia donde buscar, decepcionado subió a su globo ¿Dónde estaría su tesoro? Pero aun le faltaba mucho para recorrer, no se daría por vencido hasta revisar la última piedra, la última arena y la última gota de agua.

 

Comentarios: 1
  • #1

    María Cristina (jueves, 11 julio 2019 12:05)

    El cisne de cuello negro