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LOS VIAJES DE EQUÉN

“AGUA CLARA”

 

Se dejó llevar por la magia del viento que le susurraba al oído como un viejo amigo. Vio un destello de colores en el cielo y se dirigió hacia allí. Salían de un manantial oculto entre las piedras en una de las laderas de la Cordillera Patagónica.

Unos metros mas  abajo se había formado un lago cristalino; Equén bajó para beber de esa agua que era tan clara que podía ver su reflejo en ella como si fuera un interminable espejo.

Estaba lavando su cara cuando sintió un ruido entre los arbustos, permaneció inmóvil unos segundos y vio salir a tres pequeños animalitos, un cervatillo Pudú, que es el más pequeño que existe en el mundo, un Zorrito Colorado y un Pumita gris rojizo; que a pesar de ser tan diferentes jugaban juntos.

Equén estaba disfrutando de la paz del lago Tromen, cuando un llamado ensordecedor lo sobresaltó y cayó sentado del susto ¿Qué podría pasar en ese mundo que parecía tan maravilloso? ¿Habría algún peligro?

De pronto empezaron a temblar los juncos y de un lado se asomó rugiendo un grandísimo puma, su pequeño cachorro salió corriendo presuroso a su encuentro y por el otro extremo apareció aullando un enorme zorro, su pequeña cría se acercó despacito dando saltitos y mirando hacia todos lados.

El ciervito al encontrarse solo busco refugio cerca de Equén, seguramente porque a él no lo habían venido a buscar aún y se había asustado con tanto barullo. El Pudú se dejó acariciar mansamente mientras los pumas y los zorros se alejaron con naturalidad, no le prestaron la menor atención al joven que permaneció sentado y quieto junto a su nuevo amigo.

Parece que en ese lugar todos se llevaban muy bien.

La mamá ciervo llegó despacito y en silencio ocultándose entre las altas cañas de Coihue, observó a la extraña criatura que estaba con su cría. Ella enseguida se dio cuenta que el joven no representaba ningún peligro y se quedó tranquila pastando junto a ellos.

Equén se alegró porque los animales no querían hacerle daño, solamente buscaban a sus familias para protegerlas. Ese lugar era muy pacifico, tal vez el agua del manantial tenia algo que además de calmar la sed también serenaba las almas.

Seguramente era el sitio que había mencionado su abuela, eso quería decir que iba por buen camino. Sintió un gran alivio y se quedó a descansar; era como un pequeño recreo después de haber atravesado por tantas dificultades. Extrañaba a su abuela, había pasado mucho tiempo desde que se había marchado en busca del tesoro, estaba llegando el verano y sabía que Elien lo necesitaba para realizar algunos trabajos en la granja.

El espíritu de Equén era muy inquieto por eso a pesar de la gran paz del lugar decidió seguir su viaje en globo aprovechando que el viento soplaba otra vez con fuerza; además ya había descansado bastante y todavía no había descubierto de donde provenían los reflejos de colores que había visto en el cielo. Estaba sobre el lago aún cuando empezó a escuchar una encantadora melodía, se dirigió directamente sobre el Volcán Lanín atraído por los dulces cantos que parecían provenir de algún bosque escondido detrás de las misteriosas Sierras de Mamuil Malal.

 

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